No por mucho preocuparse, se solucionarán los problemas.
No fuimos diseñados para vivir sumergidos en una maraña de preocupaciones, pero sí para prever lo que acontecerá.
Pensar, analizar o planificar una salida a los problemas no es lo mismo que preocuparse por estos. La diferencia radica en el desgaste emocional.
Todos tenemos situaciones a mejorar, de las que salir o algo que queremos que sea diferente: en la salud, pareja, economía, nuestro trabajo, proyectos, nuestro futuro, una discusión sin resolver, algo que callamos o algo que debíamos haber hecho y no hicimos. Eventualmente todo puede preocuparnos. La cuestión es que podamos desarrollar nuestra vida, pero sin ser erosionados por las muchas preocupaciones.
La preocupación nos quita las ganas de hacer porque nos dice que todo es demasiado peligroso, difícil o que nuestros problemas son demasiados. Pero, la realidad es que quien se preocupa constantemente percibe que todo es más peligroso de lo que es verdad.
En este libro, recorremos pensamientos que nacen de las Escrituras para comprender la perspectiva de Dios sobre la preocupación y cómo su carácter puede ayudarnos a enfrentarla.
¡NOS VEMOS DENTRO DEL LIBRO!