Hay orgasmos apátridas y orgasmos de autoría. Los primeros no reconocen más ganancia que el placer del cuerpo. El eco de otro en la propia piel, la negación de la soledad y la promesa efímera de que siempre habrá alguien que nos habite en un instante que nos parece eterno, pero que sabemos fugaz. Es la reafirmación de nuestra autonomía, el intercambio ganoso de territorios privados que solo tiene un hoy. Por eso, es un instante sin tiempo y las palabras que se dicen, describen el momento, se refieren solo a nosotros, sin ayer y sin mañana, en un paréntesis blindado que ha dejado el mundo afuera.Los orgasmos de autoría, en cambio, tienen tiempo y cotidianidad, se alcanzan o no, se dejan para más tarde, están intervenidos por las circunstancias que nos rodean, teléfonos que suenan, trabajos que se pierden.
