En la Grecia antigua, los espartanos, quienes pertenecían a la ciudad-estado de Esparta, vivían de forma distinta al resto de las ciudades que conformaban el estado de Grecia. Los espartanos eran extremos: su lema era libertad o muerte, y estaban dispuestos a lo que sea, literalmente, lo que sea, para vivir libres.
Robin, un bebé abandonado a su suerte en medio de un bosque el mismo día de su nacimiento, habiendo sido descartado cruelmente por los espartanos por presentar una catarata en su ojo derecho, es rescatado y criado por unos campesinos de la ciudad vecina de Helo.
Sus padres, no queriendo mentirle al niño, a temprana edad le cuentan toda la verdad acerca de la forma en que lo consiguieron en el bosque. Y entonces el pequeño Robin, sintiéndose profundamente rechazado, se jura a sí mismo no descansar hasta compensar ese defecto innato de su catarata y convertirse en el mejor guerrero de toda Grecia.
Con esto en mente, dedica todas sus energías a entrenarse a sí mismo para ser más fuerte que todos los espartanos. Y así crea su propio entrenamiento personalizado que, según él, sería más estricto y duro que el agoge, el entrenamiento espartano.
Los años pasarán y Robin tendrá múltiples encuentros con espartanos en sus muchas expediciones de caza bosque adentro. Pero pronto sus servicios serán requeridos para un fin distinto: la guerra. Una invasión persa se avecina y Esparta convoca a todas las ciudades cercanas a un proceso de reclutamiento para reforzar su ejército y evitar la caída de Laconia.
Robin tendrá entonces su oportunidad de demostrar su fiereza y su habilidad en el campo de batalla, la oportunidad para la que se había preparado toda su vida.