¿Una parodia? ¿Una alegoría? ¿Un homenaje? y ¿a qué? Todas estas son preguntas que el comprador quizá no pueda responder (el editor no pudo). Lo que sí entendió el editor es que La Mariamulata es una novela generacional-anti-generacional, ¿cuánto dura una generación? ¿Existen todavía en una época así de saturada, así de asolada por el ruido blanco?
Ramiro (monigote protagonista), artista plástico, toxicómano snob y organizador de fiestas clandestinas, cree con fervor en las posibilidades del caos. Impedido por sus inclinaciones estéticas a darse a las creencias religiosas tradicionales, decide tener fe en un sin fin de causalidades metafísicas que controlan el mundo. Esta convicción le lleva a suponer que un conjunto de acontecimientos, ocurridos a lo largo de una semana, supone una serie de señales que debe interpretar y seguir para recobrar algo que el mundo ha perdido.
Su historia es narrada por Cero (monigote narrador), pero no como algo que les ocurrió tiempo atrás, sino en primera persona, desde un presente narrativo que los convierte en co-protagonistas. ¿A qué más podría llevar un anhelo religioso contaminado sino a los dos pilares usuales de la mundanidad mistificada: amor y muerte? Las señales no podrían conducir más que a un viaje por complejos horrores vaticinados por una vida de excesos de toda clase.